Xarab
es una palabra escurridiza. Árabe y escurridiza. No podemos asegurar
que se haya desparramado en sarao y luego en jarabe; la pronunciación
de esta última palabra con la fonética antigua es muy parecida a la
palabra árabe. Bebida, vino, composición líquida de varios
elementos, suspensión curativa. Fiesta, muestra escénica compuesta
de varios elementos, principalmente música, danza y poesía.
Expresión mexicana del tiempo de la Independencia, que poco a poco
se fue refugiando en las rancherías y se petrificó un tanto
desfigurada en los montajes del siglo XX para ballet folclórico.
A
partir de que en 2010 montamos el programa Xarab, sarao y Jarabe.
Música, poesía y baile del tiempo de la Independencia, mis
compañeros de Segrel y yo hemos recibido joyas de nuestra herencia
cultural nacional. Darle voz y corazón a las décimas de Hidalgo en
el umbral de su fusiliamiento; hacer vibrar en nuestros cuerpos y
nuestras cuerdas las canciones de las tropas de Morelos, tocar la
música apropiada para que una sola pareja haga una muestra de
precisión y destreza bailando el genuino jarabe mexicano, es tomar
un camino para aproximarse a la patria que tiene desencantos y
satisfacciones.
Tal
vez estoy bien adoctrinado por la SEP de los setentas, y llevo
sembrada una continua loa a los héroes patrios; tal vez mi
entusiasmo infantil por las cuetizas de los 15 de septiembre; tal vez
mis lunes de esfuerzo por permanecer derecho en el saludo a la
bandera; tal vez las borracheras sin sentido y la ultraviolencia
coyoacanense de mi primera juventud; y otros factores que no alcanzo
a ver, me condicionaron para tomar ese camino.
Por
los antecedentes del grupo Segrel trabajando con la antigua lírica
popular, quedó bien justificado el estudio de las expresiones
líricas representativas de la Independencia de México. El enfoque
histórico del trabajo del grupo resultó muy pertinente para
emprender este programa escénico. La investigación ha sido una
experiencia muy gratificante para mí, y puedo asegurar que también
para mis compañeros de escenario. Me siento orgulloso de mis
antepasados, me siento agradecido con ellos porque han llenado mi
cabeza de conocimientos y mi corazón de alegría. Hablo de los
ceramistas-músicos-Insurgentes, escritores, poetas, guitarristas,
cantores, aguadores-jaraberos, investigadores, de la pelusa, de los
héroes, de alguno que otro hacendado, de mis compañeros del grupo,
del público mexicano actual.
Para
hablar de desencantos, recuerdo la respuesta del historiador
Villalpando en 2010 ante la propuesta del programa. Algo así como:
ya tenemos todo perfectamente planeado y organizado, no dudo que su
propuesta tenga calidad, pero en los fabulosos festejos del
bicentenario ya no tiene cabida. Yo creía que nuestro programa
generaría gran interés en las programaciones culturales de dicho
año por ofrecer una recreación histórica única de expresiones ya
desconocidas para la mayoría del público mexicano. Pero las
expectativas han quedado muy grandes a la realidad. Ignorancia
(desgano generalizado por ir más allá del pretexto) y
antipatriotismo (como ideología hegemónica) han sido los obstáculos
persistentes.
Para
hablar de satisfacciones, doy testimonio de la presentación del
grupo Segrel en el Teatro de la Ciudad el pasado 6 de septiembre. Con
una producción menos que raquítica, poco tiempo para difusión y
otras adversidades, el resultado fue un intercambio con el público
realmente conmovedor. Martín Pérez, bailarín, se regresó desde
Colombia a media gira, solo para actuar en dicha presentación. En el
público se encendió un espíritu que la pasividad televidente no ha
doblegado. Una señora se levantó de su butaca para gritar a Segrel:
“¡artistas y patriotas!”, tan emocionada que casi caía al piso.
Por mi
parte puedo decir que aparte de las emociones tan especiales me
invaden en el escenario, esa noche sentí una gran emoción cuando el
público respondió con vivas a la copla de tiempos de la
Independencia documentada por Guillermo Prieto y cantada ahora por
Jorge Morenos en el Jarabe documentado por Francisco Santamaría:
¡Que viva la Independencia! / ¡Que viva la libertad! / ¡Que viva
México libre! / ¡Que viva la igualdad!
Tengo
necesidad de avivar mi amor por la patria, y es un honor compartir
esa necesidad a través del arte. Algunas veces he sentido que
encarnamos la imagen de Gibrán, del que ofrece un tesoro que
sostiene entre las manos y la gente pasa a su lado sin tomar nada,
pero otras veces he sentido una profunda comunión. Quizás con
resentimiento, afirmo que los fabulosos festejos bicentenarios,
incluyendo al coloso y la suavicrema (cuyo único rasgo de ingenio y
creatividad es su sobrenombre popular) no han dejado nada; han sido
pura pólvora cebada. En cambio nuestro Xarab, adquiere vitalidad y
vigencia, crece entre la adversidad y le ha dado patria a este mes de
septiembre.
Manuel Mejía Armijo, Ciudad de México, septiembre 2012
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